miércoles, 10 de junio de 2009

2. CRITICA DEL CONCEPTO DE VALOR. Esta introducción del concepto de valor en la filosofía contemporánea, aunque ha tenido amplia aceptación, no ha estado exenta de críticas y de polémicas. Así, para Heidegger, "toda valorización (Wertung), aunque valorice positivamente, es una subjetivización que no deja que el ente sea, sino que le atribuye un valor únicamente como objeto de su hacer... Son los valores los que dan el valor, los valores los que valen..., expresión que recuerda demasiado lo que vale para un sujeto" (cf P. VALORI, L ésperienza morale, 14-16). En resumen, para Heidegger la teoría de los valores estaría contaminada de subjetivismo, inmanentismo y antropologismo. Para él la aceptación de la llamada inefable del ser podría darle al hombre aquella dimensión ontológica en la cual se puede colocar la apertura a la auténtica moralidad.
También P. Ricoeur expresa reservas a propósito de la idea de valor (cf L ésperienza morale, cit., 167). Ésta no podría ocupar el primer puesto en la reflexión ética, "pues llegaría sólo a un cierto estadio, mientras que se trata de determinar la consonancia de nuestra potencia con la situación, las instituciones, las estructuras de nuestra vida económica, política y cultural; el valor aparece en el cruce de nuestro deseo infinito de ser y de las condiciones finitas de su realización. Esta función del valor no nos autoriza a hipostatizar el valor, y menos aún a adorar el ídolo del valor" (P. Ricoeur, Le conflit des interprétations, 443).
¿Qué decir de esta crítica de la noción misma de valor? Evidentemente, el término valor puede adquirir un sentido subjetivista y únicamente antropológico como, por ejemplo, en Nietzsche con su famosa Unwertung der Werte (inversión de los valores); pero no lo posee por sí mismo y necesariamente. El valor dice ciertamente relación al hombre, a sus deseos, a sus apreciaciones, a sus necesidades. Esto no significa que no tenga ninguna objetividad. Cuando yo afirmo que una obra de arte es bella, no intento expresar sólo un sentimiento subjetivo empírico mío de admiración, sino admirar una cualidad intrínseca de la cosa en sí misma. Lo mismo ocurre cuando aprecio una acción como buena. El concepto de valor, igual que el concepto de bonum de la tradición escolástica, dice una perfección inherente al ser mismo, si bien relativa a la voluntad que desea.
Sin duda el concepto de bien se refiere preferentemente al orden ontológico, y el de valor .más bien al orden fenomenológico, que, sin.embargo, no es solamente subjetivo. [!' Metaética II]. M. Scheler ha sostenido justamente la tesis, a nuestro entender aceptable, de que la objetividad pertenece al mundo axiológico como al mundo lógico o ,empírico. La afirmación "es bueno amar a los padres." tiene una objetividad análoga a la de la afirmación "esto es una mesa" o "7 + 5 = 12".
En conclusión, desde el. punto de vista metafísico, el valor se funda en el ser; pero desde el punto de vista fenomenológico, asume una cierta función de precedencia, porque es el primero que se nos presenta delante justamente a través de y más allá de todos aquellos elementos condicionantes de que habla Rieoeurcomo distintivo peculiar de una cierta experiencia específica.
Así pues, el término valor no implica de suyo ni subjetivismo, ni-antropologislno, ni historicismo; y, por tanto, puede conservar, si se explica bien, un uso filosófico correcto. Es más, se puede sostener que, en la perspectiva ética, la consideración del valor es más originaria e inmediata que la de bien ontológico, que puede parecer demasiado apriorista y gnoseológicamente no fundada suficientemente.
Por tanto, la ética del valor orantiene su justificación teórica fenomenológica, aunque no se excluye una justificación ontológica y metafísica última; es más, se la debe integrar oportunamente en ella.

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